Inspirado por el tratado Hortensius de Cicerón,
Agustín se convirtió en un ardiente buscador de la verdad, que le llevó a
estudiar varias corrientes filosóficas. Durante nueve años, del 373 al 382, se
adhirió al maniqueísmo, filosofía dualista persa, muy extendida en aquella época
por el imperio romano. Su principio fundamental es el conflicto entre el bien y
el mal, y a Agustín el maniqueísmo le pareció una doctrina que parecía explicar
la experiencia y daba respuestas adecuadas sobre las cuales construir un sistema
filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto; Agustín
recordaría posteriormente en sus Confesiones: "Concédeme castidad y continencia,
pero no ahora mismo"..
Hacia el año 383 se trasladó de Cartago a Roma, pero un año
más tarde fue enviado a Milán como catedrático de retórica. Aquí se movió bajo
la órbita del neoplatonismo y conoció también al obispo de la ciudad, san
Ambrosio, el eclesiástico más distinguido de Italia en
aquel momento. Es entonces cuando Agustín se sintió atraído de nuevo por el
cristianismo. Un día por fin, según su propio relato, creyó escuchar una voz,
como la de un niño, que repetía: "Toma y lee".
Ha sido, en definitiva, uno de los grandes, y la historia de la iglesia está influenciada en gran parte por su pensamiento.
Si os interesa saber algo más, os paso un enlace interesante. Se trata de unos vídeos comentados por el filósofo español Fernando Savater.
Hasta la próxima :-)
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